En sus propuestas, fuertemente idealistas, Blas Infante buscaba la «regeneración» de Andalucía por la acción, al margen de los partidos, de un movimiento de «hombres nuevos» (los andalucistas) que acabaran con el caciquismo y fomentaran la imprescindible reforma agraria para crear una clase media de campesinos propietarios.
Reacio a participar en las luchas partidistas como a manipular a las masas con un discurso populista, le dejaron aislado, a pesar de su empuje inicial en la creación de órganos de prensa y Centros Andaluces, en los últimos años de la Restauración
Tras la proclamación de la Segunda República (1931), Blas Infante aprovechó el nuevo marco democrático para introducirse en la política: transformó los Centros Andaluces en Junta Liberalista de Andalucía, se presentó sin éxito a las elecciones de 1931 en una candidatura andalucista cercana al Partido Republicano Federal, vio rechazado su intento de acercarse al Partido Social Revolucionario por la desconfianza de los líderes obreros, y se integró en Izquierda Radical Socialista (1932), partido con el cual volvió a fracasar en las elecciones de 1933.
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